Estoy segura de que Jane Austen nunca imaginó que 200 años después Orgullo y Prejuicio sería una de las novelas más aclamadas de la literatura inglesa. Tampoco, que tendría tantas adaptaciones para televisión, cine y teatro o que incluso se creara en Bath una casa-museo dedicada por completo a su obra. Sin embargo todo eso existe hoy, 28 de enero de 2013, cuando se cumplen, exactamente, 200 años de que fuera publicada.
Se han escrito tantas reseñas, análisis e interpretaciones de Orgullo y Prejucio que parece que ya está todo dicho sobre qué es lo que la convierte en una novela especial. Desde mi humilde punto de vista, Orgullo y Prejuicio reúne todos los ingredientes necesarios para que una novela no te cautive sólo por su historia o su final, sino por toda en sí. Desde la primera frase («It is a truth universally acknowledged, that a single man in possession of a good fortune, must be in want of a wife») hasta la última, la obra maestra de Jane Austen está llena de verdades de la vida, mostradas sutilmente a través de personajes que podrían existir en cualquier época, en cualquier lugar, porque no están atrapados en su tiempo, como cabría esperar de una novela escrita hace dos siglos.
Y de todos esos personajes hay uno que sin duda prevalece sobre los demás, del que se hablado más si cabe que de la propia obra y que ha inspirado a multitud de directores de cine, escritores y amantes de Orgullo y Prejucio para crear su propio protagonista masculino: Mr. Darcy.
Ése es también mi caso. Y por eso, el nombre de este blog se llama así, En busca de Mr. Darcy.
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