La primera parte de la Trilogía del Baztán, El guardián invisible, me dejó una sensación agridulce. A pesar de que me gustó, me esperaba un libro policíaco más y no lo era. Era una novela negra con muchos tintes de otras temáticas donde abundan los secretos familiares e incluso la mitología. Sin embargo, con Legado en lo huesos, la segunda parte, me he resarcido. Quizás porque ya sabía lo que me esperaba o más bien porque es una novela soberbia, he disfrutado su lectura como una niña.